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Colores de Marruecos

Al hilo de las ciudades, las playas, los desiertos y las montañas de este país del Norte de África, un festín visual aguarda al viajero curioso. Un lugar en el que el tiempo transcurre entre tradición y modernidad en una explosión de color. Su geografía extrema y la diversidad de su población hacen que Marruecos se viva en Technicolor. Los exuberantes paisajes de montaña y los desiertos cubiertos de cactus introducen refrescantes tonos verdes que contrastan con la serenidad de los azules del mar y del estuco de los edificios. Alfombras saturadas de intensos tintes rojo rubí del barrio de los curtidores en Fez cubren los suelos ocres de las kasbahs. En cada rincón, este festival de color permite descubrir el país de una forma original.

Azul
Nada en la maravillosa medina azul de Chefchaouen es fruto del azar. Conocida como la Ciudad Azul, fue construida en la Edad Media, en las montañas del Rif al noroeste de Marruecos. En el pasado se decía que esta mancha azul, que evoca la frescura del cercano mar, atraía a los mercaderes tanto como repelía a los insectos.

Los intensos tonos azules se repiten por todo el país. Al visitar la cordillera del Atlas hace un siglo, el pintor francés Jacques Majorelle se quedó tan fascinado con el azul del cielo, que dedicó años a perfeccionar el color para usarlo en su obra maestra: el jardín Majorelle y su villa ubicados en el exterior de la antigua muralla de Marrakech.


Museo Bereber del jardín Majorelle

El azul también es omnipresente en la ciudad de Essaouira, situada en la costa atlántica: sus edificios y calles están inundados por el azul y el blanco, dos colores que volvemos a encontrar incluso en el mar, en las modestas embarcaciones de los pescadores. Así como en las ciudades de Rabat y Taghazout – donde abrirán nuevas propiedades Fairmont en 2019. Este color también ofrece bellas posibilidades a los diseñadores de interiores, como lo demuestra la serena paleta de color que da la bienvenida en el Fairmont Royal Palm Marrakech. Los tonos azules también cobran significado en historia del arte: artistas como el pintor marroquí André Elbaz han creado obras dedicadas a este tono. Su obra añil El Jadida se puede admirar en el Museo Mohammed VI de Arte Moderno y Contemporáneo de Rabat.


Azules de la antigua medina de Chefchaouen

Verde
Los brillantes verdes de Marruecos aparecen de improviso: plantas suculentas al borde de una ruta desierta o un palmeral alrededor de un oasis, vislumbrado al cruzar el Sáhara entre Ouarzazate y Tinghir. En las afueras de Marrakech, los amantes de las plantas se deleitarán con el esplendor de Cactus Thiemann, el mayor vivero de cactus de toda África. Sus más de 150 variedades salpican el desierto como joyas de jade sobre la arena.


Vivero Cactus Thiemann

El verde también aparece, como si fuese una joya, en los bolsos de mano de ante de Tribal Chic, situada en el zoco de Marrakech y, una vez más, en el té de menta que se degusta en el restaurante Le Jardin de Marrakech. En el Fairmont Royal Palm Marrakech, súbanse a un globo y admiren los tonos verdes de su campo de golf con aires de oasis. Descubran el fresco y brillante verde de los azulejos de cerámica del país, desde el tejado de la Universidad de Al Quaraouiyine de Fez a las impresionantes puertas en la medina de Asilah, en la costa atlántica, un lugar perfecto para hacer una pausa.

En cada rincón, en cada esquina, el verde irá surgiendo y ofrecerá una intensidad sin igual a sus fotografías.


Té de menta en el restaurante Le Jardin en Marrakech; un artesano tamiza polvo de henna en el zoco de Fez.

Rojo
El Museo Yves Saint Laurent, que abrió sus puertas en Marrakech en 2017, juega con los tonos naturales de la tierra marroquí. El encaje de ladrillos de terracota del exterior recuerda los caminos bañados por el sol, las granadas maduras, los tajínes de barro y sus deliciosos guisos calientes o las formaciones rocosas como las de la playa de Legzira.


Alfombras marroquíes en la medina de Marrakech

El rojo típico de Marruecos es fácil de identificar, evoca los tonos de especias – la canela, el azafrán y la harissa – presentes en todos los mercados del país. Es el tono predominante utilizado por los fabricantes de alfombras para crear las alfombras kilim que se ven en todas las paredes del zoco de Marrakech. También es el color del cuero exportado a Europa a partir de finales del siglo XVI en forma de encuadernaciones de lujo. Este es el intenso color elegido para el vestuario de caballeros del Club de Golf del Fairmont Royal Palm Marrakech.

Llévense a casa una muestra de este color en forma de lámpara de vidrio tintado, de madeja de lana teñida a mano o de tajín esmaltado comprado a un alfarero del mercado de Rabat.


El vestuario de caballeros del Club de Golf del Fairmont Royal Palm Marrakech

Amarillo
Cuando se añade el azafrán marroquí al arroz pilaf tradicional, éste adquiere un maravilloso tono amarillo. Una generosa capa de miel local resalta el tono dorado del pan de sémola cocido al horno de leña, un generoso y barato alimento. Ahora imagínense a toda una región en estos espectaculares tonos: bienvenidos a Erg Chebbi, el conjunto de dunas que se extiende a las afueras de Merzouga, cerca de la frontera con Argelia.


Pan de sémola en Rabat; impresionante artesanía marroquí en el Mausoleo de Moulay Ismail en Meknès

Este profundo amarillo dorado esconde la fuerza de una puesta de sol otoñal en el costero pueblo de Taghazout, cuando los surfistas se quitan sus neoprenos y disfrutan de una bebida fría. Irradia en el elaborado diseño de las puertas de latón repujado del Dar el-Makhzen, el palacio del Rey Mohammed VI en Fez. A una hora de Meknès, otra ciudad imperial de Marruecos, este color inunda el Mausoleo de Moulay Ismail, símbolo del renacimiento cultural del país. Los visitantes descubren aquí una obra maestra de la artesanía: la excelencia rinde tributo al padre fundador de la ciudad de Meknès.


Las dunas de Erg Chebbi en Marruecos, en el desierto del Sáhara.

Rosa
Al atardecer, cuando otras ciudades se desvanecen tras los grises, Aït Benhaddou se vuelve de brillante rosa. Antigua ciudad fortificada en la ruta de las caravanas al Sáhara, la ciudad ha sido el escenario de numerosas películas de aventuras, como Gladiador.


Aït Benhaddou, la ciudad de ladrillo

El atardecer rosa es un fenómeno que se observa por todo el país, desde la medina de Marrakech, donde las murallas rosadas de la plaza Jemaa el-Fnaa desaparecen tras las espirales de humo de los puestos callejeros, hasta la Mezquita Tinmel, en el corazón de la cordillera del Atlas.

Si se pudiese embotellar este color, su aroma sería el de las delicadas rosas que florecen a orillas del río Asif M’Goun, en el fértil Valle de las Rosas. Para llegar hasta allí, cuenten 6 horas de viaje por carretera desde Marrakech. La mejor época es mayo, cuando el Festival de las Rosas atrae a los comerciantes desde los pueblos para vender sus aceites perfumados y homenajear al visitante con guirnaldas de flores.


Mujer recogiendo pétalos en el Valle de las Rosas 

Por Ellen Himelfarb, Elio Iannacci, Kelly Stock y Doug Wallace

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